martes, 4 de agosto de 2020

EL REY PICO DE TORDO


EL REY PICO DE TORDO

Adaptación del cuento clásico de los Hermanos Grimm
Edades: 6 años en adelante



Había una vez en un reino un Rey que tenía una hermosa hija, pero era muy orgullosa por lo que no podría encontrar un pretendiente ya que creía que no existía alguien digno para ella.

Para ayudarla a elegir un esposo,  su padre organizó un baile en donde asistieron jóvenes de todos los reinos, todos pertenecían a familias importantes.


Los candidatos formaron una fila frente  a la princesa , ella sin importarle que la escucharan  hacía comentarios lleno de desprecio. A uno le dijo  que era gordo como oso, a otro largirucho como jirafa, a uno que parecía enano por lo bajo que era.

Pero del que más se burlo fue de un bondadoso rey cuya barbilla estaba un poco saliente.

- Ja ja , se río la princesa, este tiene un mentón que parece el pico de un tordo, así que de ahora en adelante su apodo será Pico de Tordo- dijo la princesa echándose a reír

El viejo rey viendo que su hija solo humillaba a los pretendientes se enfadó tanto que juró casar a su hija con el primer mendigo que llegara a su puerta.

Pasaron los días y llegó al reino un organillero , el cual cantaba bajo las ventanas del castillo y pedía limosna.
A verlo el Rey pidió que lo llevaran a su presencia.

El hombre harapiento y sucio canto ante el rey y la princesa y después pidió una recompensa y entonces el monarca le contestó:

- Me ha gustado mucho tu canción así que te voy a dar a mi hija como esposa.

La princesa suplicó a su padre que no lo hiciera pero el Rey estaba firme en su palabra, así que se llamó al sacerdote y se celebró una sencilla boda.

Después el rey le dijo:

- Ahora que estas casada con él no puedes vivir en el castillo, debes irte a vivir con tu marido.


Caminaron durante horas hasta llegar al reino vecino. Cuando pasaron la frontera, atravesaron grandes propiedades con hermosos jardines.

– ¡Qué belleza! ¿A quién pertenece todo esto? – preguntó la princesa.

– Todo lo que ves, es de nuestro Rey y de su hijo, un joven príncipe de gran corazón al que todos en este reino queremos y admiramos.

– Oh porque no elegí a ese príncipe – meditó la princesa con tristeza.

Por la noche llegaron a casa, era una pequeña cabaña, tenía rendijas por donde entraba el frío. Era tan humilde que no tenía  ningún tipo de comodidades. La princesa estaba espantada.

Su esposo le dijo que encendiera el fuego, pero la princesa no sabía como hacerlo, ni como cocinar, ni limpiar ni hacer la cama.
El hombre resignado echó unos troncos en la chimenea para entrar en calor.

A la mañana siguiente, el mendigo le dijo muy serio:


– Tenemos que conseguir dinero, así que tendrás que trabajar. Toma estas tiras de mimbre y haz unas cestas para venderlas en el pueblo.

Al manejar las ramitas se hizo heridas en las manos y dijo que no podría hacerlo más.

El esposo al verlo, le dijo que probara tejiendo manteles de hilo, pero tampoco pudo, la aguja la lastimaba.

Así que decidió enviarla a vender las ollas que él hacía al pueblo


– Yo no puedo ir al mercado, soy una princesa, me van a reconocer y todos se burlaran de mi, creerán que soy una pordiosera. 

– Tendrás que ir, no podemos morir de hambre.- contestó el esposo

La princesa se levantó temprano eligió una esquina de la plaza del mercado y se sentó sobre un sucio almohadón. A su alrededor puso todas las ollas, cuencos y vasos de barro que tenía para vender.

De repente, un hombre en su caballo  atravesó la plaza. El animal parecía fuera de sí y a su paso se llevó por delante todo lo que la princesa había colocado en el suelo, rompiéndolo en mil pedazos.


– ¡Ay! ¡Qué desgracia! ¿Qué voy a hacer ahora?… ¡No me queda nada para vender! ¡Mi esposo se va a disgustar muchísimo!

Regresó con el saco vacío, sin vasijas y sin dinero. Cuando entró en casa, se derrumbó y comenzó a llorar sin consuelo. Su marido fue muy tajante.

– Tenía el presentimiento de que esto tampoco saldría bien, así que fui al palacio del rey y le pedí trabajo para ti. Sólo hay un puesto de sirviente y tendrás que aceptarlo.

¡Servir en el palacio del reino! La princesa se sintió humillada ¡Seguro que el rey y el príncipe eran amigos de su padre y la reconocerían!

Deprimida llegó al palacio por la puerta de atrás, como corresponde al servicio, y durante días limpio todos los suelos de mármol y las escaleras. Al llegar la noche estaba muy cansada, cenaba con el resto de los empleados y se dormía pensando en lo infeliz que era ahora su vida.

Pasaron dos semanas y el el palacio se engalanó para la boda del hijo del rey, al que la princesa convertida en criada todavía no había visto.

Cuando comenzó la gran fiesta  se escondió en un rincón del salón, para ver a los invitados. La mesa del banquete estaba llena de deliciosa comida, todos vestían muy elegantes y se escuchaba una hermosa música de fondo.
 ¡ Se lamentaba de haber llegado a esa situación! Si no hubiera sido tan engreída Y orgullosa , estaría en su castillo disfrutando de las comodidades y el lujo.

Estaba tan ensimismada que no se percató de que el príncipe se había acercado a ella por la espalda.

– ¿Me permite este baile, señorita? – le susurró con voz aterciopelada.

La princesa se giró y dio un grito ahogado. El joven, aunque era apuesto y desde luego muy refinado, tenía la barbilla ligeramente torcida ¡El príncipe era Pico de Tordo!

Se sintió tan apenada que echó a correr por el salón. Estaba despeinada, sucia y su ropa era fea y vieja, ella se puso tan nerviosa que se cayó haciendo que todos los invitados se burlaran.
Comenzó a llorar cuando notó que alguien le tocaba el hombro suavemente. Levantó la mirada y ahí estaba el príncipe Pico de Tordo tendiéndole la mano.

– Tranquila… Soy tu marido, el mendigo con quien tu padre te obligó a casarte. Él y yo hicimos un plan para darte una lección. Me disfracé de mendigo y me presenté en tu palacio porque queríamos que aprendieras a valorar lo importante que es en la vida ser humilde y respetuosa con los demás.

La princesa se levantó del suelo y clavó sus ojos en los del príncipe.

– Lo siento mucho… Fui tonta y orgullosa. Gracias a ti ahora soy mejor persona. Discúlpame por haber sido tan mala el día que te conocí.

– Sé que lo sientes sinceramente, por eso te he preparado esta fiesta a ti.

– ¿Para mí?… No entiendo… ¿Qué quieres decir?

– Esta boda es la nuestra, la tuya y la mía.  Ve a darte un baño y a vestirte.  Aunque ya estamos casados, celebraremos el magnífico banquete que no tuviste y que ahora sí te mereces.

La princesa  estaba muy feliz. Se fue con varias doncellas y regreso con un hermoso vestido de novia.

Los invitados le aplaudieron y su padre corrió a abrazarla, ya que estaba muy orgulloso de ella.

A partir de ese día la princesa trato a todos como iguales y nunca volvió a burlarse de nadie.

Fin


Moraleja

Siempre hay que tratar bien a las personas y no burlarse de nadie.