jueves, 7 de enero de 2021

La Camisa del Hombre Feliz

LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ

Adaptación León Tolstoi




Hace mucho tiempo en unas lejanas tierras vivía un zar quien enfermó gravemente. 
Fueron los los mejores médicos de todo el imperio, y cada uno lo intento curar usando sus remedios.
Unos sugirieron baños calientes, otros le daban infusiones de menta y eucalipto, unos cuantos le recetaron pomadas y bálsamos que traían de lejanos países. Pero no mejoraba, al contrario, cada día se sentía peor.
Se sentía tan mal el zar que prometió la mitad de sus pertenencias a quien lograra cuidarlo.
Después de que dijo eso empezaron a llegar de todas partes del mundo médicos, magos, curanderos sin resultado.
Un día llegó un trovador diciendo que él sabía el remedio diciendo:

- Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor. Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad.

Dicho esto, partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la tierra, pero aunque suene sencillo no lo era, ya que al hablar con varios hombres que tenían buena salud, se quejaban porque ni tenían dinero o amor.
Otros decían que eran infelices porque no tenían hijos o una casa propia.
Ya estaban cansados los soldados de caminar cuando llegaron a una pequeña choza 
donde un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea diciendo:

 —¡Qué bella es la vida! Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares ¿Qué más podría pedir? 

Llegó la noticia al palacio y todos se alegraron, el hijo del zar ordeno:

 —Traed rápidamente la camisa de ese hombre. ¡Ofrecedle a cambio lo que pida! 

Comenzaron los preparativos para celebrar la inminente recuperación del gobernante, la gente estaba impaciente por volver a ver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante, mas, cuando por fin llegaron, traían las manos vacías:

 —¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre! - dijo el hijo del zar enojado

 —Señor -contestaron apenados los mensajeros-, el hombre feliz no usa camisa.

 Fin


Moraleja

La felicidad de algunos no siempre es la de todos, así que no hay que depender de nadie para sentirnos contentos.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Fábula el Lobo y el Perro

 Fábula el Lobo y el Perro

Adaptación de Fontaine



En un bosque vivía un lobo que siempre estaba hambriento ya que todos los días debía cazar su comida para poder sobrevivir, a veces estaba cansado de estar haciendo eso siempre

Un día vio  a lo lejos una cabaña, ahí, recostado estaba un enorme perro el cual dormía en el pórtico de la casa y junto a él, tenía un gran plato lleno de comida. Se acercó y decidió a hablarle

- Hola perro, veo que estás muy sano, grande y fuerte.

- Gracias lobo, tu podrías estar igual si lo quisieras

- ¿En serio? ¿No pasaría hambre?

- Claro que no, podrías comer todo lo que quisieras y tendrías una gran vida.

- Eso suena genial, ¿ no pasas frío?

- No, tengo mi propia casa que me resguarda de los vientos y fríos.

- ¿Y qué tendría que hacer?

- No mucho, tendrías que cuidar la casa por las noches de los peligros, porque hay que proteger a los amos, también complacerlos cuando te piden jugar o hacer trucos.
Ellos te darán en recompensa también huesos de pollo, carne y muchas sobras.

Al lobo le gusto la idea así que siguió al perro a la casa su amo, pero al ir caminando se dio cuenta de que el perro tenía una marca en el cuello, le faltaba pelo en esa parte, y estaba amarrado con una cadena.

- ¿Qué es eso? - preguntó el lobo

—Ah, . Mi humano me encadena todos los días para que no vaya de la casa, es solo para ser obediente.

- ¡Atado! - exclamó el lobo ¿Tú no vas a donde quieres?

- No, no siempre puedo salir porque podría perderme. Pero no creo que eso sea importante

- Para mi sí, yo amo mi libertad y no la cambiaría por una buena comida.
 Muchas gracias amigo perro, pero prefiero mi libertad a los lujos que me ofreces.

Fin

Moraleja
Hay que pensar muy bien lo que queremos ya que a veces implica sacrificios.
Y sino quieres sacrificar tu libertad hay que trabajar más duro.


miércoles, 2 de diciembre de 2020

EL CONGRESO DE LOS RATONES

 EL CONGRESO DE LOS RATONES

Adaptación de Samaniego


En una casa en la ciudad, vivía una gran familia de ratones.

Un agujero en la pared había sido su hogar por varias generaciones y aunque les gustaba el lugar , no vivían tranquilos ya que en esa casa habitaba un enorme gato, por lo que les daba mucho miedo salir  ya que se sentían vigilados de día y de noche.

Lo último que había pasado es que un grupo de ratones intento ir por unas nueces al comedor y cuando estaban a punto de tomarlas sin darse cuenta voltearon y vieron al gato justo detrás de ellos, lograron escapar pero con varios rasguños.

Por eso los ratoncitos decidieron hacer una asamblea con la intención de poner fin al problema.

El primero en hablar fue el jefe, quien era el más anciano y sabio de todos.

-Es imposible  vivir así, es un peligro cada vez que buscamos salir por comida, necesitamos resolverlo.

- ¿Y si hacemos un nuevo agujero en otro lado de la casa? - dijo un pequeño ratón

- Sería muy difícil porque ese felino no nos daría tiempo ni de empezar.

- A mi se me ocurrió algo, si conseguimos un cascabel y ¿si lo atamos en el cuello al gato?

- ¿Para que serviría? - pregunto un ratón desde el rincón- 

- Pues al moverse, empezará a sonar y así sabremos donde anda y si se acerca, tendremos tiempo de escapar.

Todos empezaron a murmurar y a decir que era una excelente idea sintiéndose felices de aceptar el plan. 

- Es genial, ya veo como podremos ir a la despensa y robarnos un poco de queso. - dijo una linda ratoncita- 

- Sí, y podremos ir por frutos de los que tienen sobre la mesa de la cocina- dijo un ratón regordete-

 Pero el jefe ratón tenía sus dudas y les dijo:

- Esperen amigos. Me parece una idea genial pero díganme,  ¿Quién será el valiente que ponga el cascabel al gato?

Todo el congreso de ratones quedó en silencio. Nadie sabía que responder. Ya que de solo pensarlo les invadió un gran temor de ser devorados por el gato.

Y como ninguno quiso ofrecerse de voluntario decidieron cancelar la idea e irse a su casa con hambre y tristeza.

Fin


Moraleja

Es bueno tener grandes ideas pero siempre hay que pensar si es posible llevarlas acabo y como lo vamos a hacer para que no se queden solo en sueños.


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martes, 17 de noviembre de 2020

Los cuatro hermanos

Los Cuatro Hermanos Ingeniosos

Adaptación de los hermanos Grimm


Había un hombre pobre que tenía cuatro hijos. Cuando se hicieron
mayores, les llamó y dijo:

-Hijos míos, ya es hora de que se marchen, porque yo
no tengo nada que darles. Vayan, aprendan un oficio y mucha suerte

Los hermanos se despidieron de su padre y salieron a correr mundo;
caminaron algún tiempo, y llegaron a un cruce de caminos que los llevaban hacia
cuatro sitios distintos. 

El hermano mayor dijo:

-Vamos a separarnos aquí mismo, y cada uno de
nosotros buscará fortuna por su cuenta.

Los hermanos se fueron cada cual por su lado. El primero se
encontró con un hombre, que le preguntó dónde iba y qué buscaba.

-Voy a aprender un oficio –dijo el muchacho.

Y el hombre le dijo:
-Ven conmigo y aprenderás a ser un gran ladrón.

-¡ No, de ninguna manera!, eso es deshonesto  y uno puede terminar  en la horca. - dijo angustiado el hermano mayor

-No tengas miedo,  Yo sólo te enseñaré a apoderarte de lo que nadie puede coger, sin dejar rastro.

Entonces, el muchacho se dejó convencer y  aprendió a ser ladrón muy hábil, que se apoderaba de todo lo que quería.

El segundo hermano se encontró con otro hombre que le preguntó
dónde iba, y él le dijo que todavía no sabía qué oficio escoger. El hombre le
dijo entonces:

-Ven conmigo y te enseñaré a ser astrónomo. Podrás ver las estrellas, es un gran oficio y conocerás cosas que los demás no pueden.

Al chico le encantó la idea, y aprendió muy bien la astronomía. Cuando ya sabía su oficio, su maestro le obsequio un anteojo maravilloso, y le dijo:

-Con este anteojo podrás ver todo lo que hay en el cielo y en la tierra;
no habrá nada que no puedas ver.

El tercer hermano se fue con un cazador que le enseñó todos los
secretos de la caza; aprendió muy bien, y al despedirse de su maestro,
este le dio una escopeta y le dijo:

-Con esta arma acertarás siempre en el blanco; nunca fallarás el
tiro.

Y el más pequeño de los hermanos se encontró también con un
caminante, que le preguntó qué buscaba por el mundo; el chico le explicó
que quería aprender un buen oficio, y el hombre le dijo:

-Yo soy sastre, y podría enseñarte el oficio muy bien.

-No me gustaría, contesto el hijo menor; me aburriría todo el día sentado, dándole a la
aguja. 

- No es lo que crees,  yo te enseñaría a ser un sastre distinto. Además te harías muy famoso y ganarías mucho dinero. 

El pequeño se dejó convencer, se marchó con el hombre y aprendió
a su lado el oficio de sastre y cuando se despidió de su maestro, este le dio una
aguja especial y le dijo:

-Mira, con esta aguja puedes coser cualquier cosa, aunque sea dura
como el acero; y quedará tan bien, que no se notará la costura.

Ya habían pasado cuatro años, y los hermanos se reunieron en el cruce de
caminos donde se habían separado; se dieron muchos abrazos, y juntos
volvieron a la casa de su padre.

-¡Qué alegría! –dijo el padre al verlos- ¡Los buenos vientos os han
traído a mi lado otra vez!

Los muchachos les contaron todas sus aventuras y lo que habían
aprendido. Estaban sentados debajo de un árbol, a la puerta de la casa, y
el padre dijo:

-Voy a ver lo que aprendiste. Tú, hijo mío, que has aprendido a mirar al
cielo, dime si eres capaz de ver los huevos que hay en el nido de aquella
rama y dijo:

-En el nido hay cinco huevos.

-Muy bien –dijo el padre-, Pues ahora tú, hijo que presumes de
apoderarte con tanta habilidad de las cosas, a ver si puedes coger los
huevos sin que se entere la pajarita que los está empollando.

El ladrón subió al árbol, y cogió los huevos sin que la pajarita lo
notara siquiera. El padre puso los huevos sobre la mesa, uno en cada
esquina y el quinto en el centro, y le dijo al cazador:

-Ahora, a ver si de un tiro partes por la mitad los cinco huevos.
El muchacho apuntó, disparó y partió los cinco huevos de un sólo
tiro.

Increíble! –Dijo el padre-.
 Pues ahora tú, hijo pequeño, a ver si
puedes coser los huevos sin que se note que los han partido.

El sastrecillo sacó su aguja y cosió los cinco huevos perfectamente;
luego el ladrón los puso otra vez en el nido, sin que la pajarita se enterase
de nada, y a los pocos días nacieron los pajarillos, y tenían en el cuello una
rayita colorada, que era por donde el sastre había cosido los huevos.

El padre dijo a sus hijos:

- Tengo que felicitarlos, porque aprovecharon el tiempo y aprendieron cosas muy útiles. No sé cuál de ustedes vale más; cuando llegue la ocasión ya se verá.

Al poco tiempo todo aquel país estuvo en peligro, porque un enorme dragón
había raptado a la princesa. 
El rey estaba desesperado, y se pasaba los
días y las noches pensando cómo podría salvar a su hija; al fin mandó
pregonar que el que la liberara del dragón se casaría con ella. Los cuatro
hermanos, que oyeron el anuncio, dijeron:

-Ahora tenemos una buena ocasión de lucirnos.
Decidieron ir en busca de la princesa, y el astrónomo sacó su
anteojo, miró hacia todas partes, y de pronto dijo:

-¡Ya la veo, ya la veo! Está muy lejos, en una roca en medio del mar,
y a su lado veo al dragón, cuidándola.

Entonces fue al palacio del rey, le dijo dónde había visto a su hija
y le pidió que le diera un barco para ir con sus hermanos a buscarla. 
El rey les dio el barco, y los hermanos salieron por el mar, hacia la roca
donde estaba la princesa; allí la encontraron sentada, y el dragón estaba
dormido con la cabeza apoyada en sus rodillas. El hermano cazador dijo
entonces:

-No puedo disparar, porque mataría también a la princesa.

-No te apures, yo voy a intentar una cosa –dijo el ladrón, y empezó a
arrastrarse por el suelo con mucho cuidado, y sacó a la princesa de la roca
sin que el dragón lo notara. 

Los jóvenes estaban muy contentos, y se subieron al barco con la princesa, para marcharse en seguida de allí; pero el dragón se despertó y vio que se llevaban la princesa en el barco, así que echó a volar dando unos resoplidos furiosos; estaba
ya encima del barco, cuando el hermano cazador apuntó bien con su
escopeta, y mató al dragón de un tiro en el corazón.

 Pero el dragón cayó sobre el barco y como era tan pesado ,  lo destrozó, y los hermanos y la princesa se quedaron en medio del mar, agarrados a unas tablas, y
pensaron que se iban a ahogar. 
Pero el hermano sastre, en aquel momento, sacó
su aguja y cosió unas cuantas tablas, todos ayudaron a juntar los pedazos y el los unió pudiendo regresar sin problema a casa.

Cuando el rey vio venir a su hija se puso contentísimo y dijo a los
hermanos:

-Uno de vosotros se casará con ella: decid vosotros mismos quién
será su esposo.

El astrónomo dijo :  Yo la encontré,  si no es por mí, no la hubiéramos podido salvar

El ladrón decía:
-Yo la rescaté sin que el dragón se diera cuenta,  Yo me casaré
con ella.

El cazador contestó:
-¡Yo maté al dragón! Si no es por mí, a estas horas la princesa y
todos nosotros estaríamos muertos. Yo me casaré con ella.

Y el sastrecillo decía:
-¡Yo cosí el barco! Si no lo hubiera hecho, estaríamos todos ahogados.

El Rey los miró seriamente y dijo: 

-Ya veo que todos colaboraron para salvar a mi hija; pero
pues como ella no se puede  casar con los cuatro, será mejor que no se case con
ninguno. Lo que haré será darles a cada uno parte de mi reino.

A los hermanos les pareció muy buena aquella idea, y dijeron:

-Si, es mucho mejor que nos den una parte del reino a cada uno; así
no nos pelearemos.
Y el rey les dio hermosas tierras y castillos, y todos vivieron contentos
con su padre hasta que Dios se los quiso llevar.


Fin

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jueves, 17 de septiembre de 2020

 El Príncipe Rana

Adaptación del cuento de Jacob y Wilhelm Grimm 




En un reino lejano, vivía un rey que tenía tres hijas, cerca del palacio del rey había un gran bosque y un lago.
A la hija menor le gustaba sentarse en la orilla del lago, se llevaba una bola de oro con la que le gustaba jugar, la tiraba a lo alto y la volvía a coger.

Un día mientras jugaba, la bola de oro fue a parar al suelo y de allí rodó al agua yéndose al fondo.

Se puso muy triste y empezó a llorar, mientras se lamentaba,  escuchó una voz.

 —¿Qué tienes princesa? - la joven miró entonces a su alrededor, para ver de dónde salía la voz, y vio una rana que sacaba del agua su verde cabeza:

 — Pues  lloro por mi bola de oro, que se me ha caído.

 —Tranquilízate y no llores —le contestó la rana—; yo puedo regresártela, pero ¿Qué me darás, si te devuelvo tu juguete? 

—Lo que pidas —le dijo— mis vestidos, mis joyas y hasta la corona dorada que llevo puesta. La rana contestó: 

—Lo que me ofreces no me sirve de nada; pero si me prometes tenerme a tu lado como amiga y compañera , sentarme contigo a tu mesa, darme de beber en tu vaso de oro, de comer en tu plato y acostarme en tu cama, yo bajaré al fondo del lago y te traeré tu bola de oro.

 — Si me devuelves mi bola de oro, acepto. - Mientras decía esto la princesa pensaba que la rana estaba loca y que nunca le cumpliría lo prometido.

La rana, en cuanto recibió la palabra de la joven, hundió su cabeza en el agua, bajó al fondo y un rato después apareció de nuevo, llevando en la boca la bola, que arrojó en la yerba.
La hija del rey, llena de alegría tomó su juguete y se marchó con él corriendo.

 —¡Espera, no me dejes! —le gritó la rana—. Llévame contigo; yo no puedo correr como tú. Pero de poco le sirvió gritar, pues la princesa no le hizo caso dejándola observando.

A la mañana siguiente, desayunaba con su padre y cuando comía en su plato de oro, escuchó ruido en la entrada, poco después alguien llamó a la puerta y dijo:

 —Princesa, ábreme. La joven se levantó y quiso ver quién estaba fuera; pero, en cuanto abrió, vio a la rana del lago. 

Cerró la puerta corriendo, se sentó en seguida a la mesa y se puso muy triste. El rey al ver su tristeza le preguntó:

 —Hija mía, ¿Qué tienes? ¿Hay en la puerta algún gigante y viene a llevarte? 

—¡Ah, no! —contestó— no es ningún gigante, sino una horrible rana.

El rey se quedó pensativo y preguntó  —¿Para qué te quiere?

 — Ayer, cuando estaba jugando en el lago, se me cayó al agua mi bola de oro.

 La rana se ofreció a ayudarme a cambio de la promesa de que sería mi compañera; pero nunca creí que me siguiera. Ahora quiere entrar. 

Entre tanto el animal llamaba por segunda vez diciendo: —princesa, ábreme, cumple tu palabra.

 Entonces dijo el rey: 
—Debes cumplirle lo que le has prometido, ve y ábrele. 

La joven fue y abrió la puerta y entró la rana, yendo siempre junto a sus pies hasta llegar a su silla y dijo:

 — Siéntame contigo. La niña no quería pero su padre la observó con severidad.

  —Ahora acércame tu plato y  comeremos juntas y tu vaso para beber agua. 

La rana comió mucho, pero dejaba casi la mitad de cada bocado. Al fin dijo: 

—Estoy harta y cansada, llévame a tu cuarto y acuéstame  en tu cama y dormiremos juntas.

La hija del rey no creía lo que decía el animal, pensar en dormir con esa fea y fría criatura  no le parecía.

 Pero el rey le dijo:
 —No desprecies a quien tan amablemente te ayudó.

La princesa subió a su habitación  y la rana le ordenó que la recostara, la joven se enojo mucho así la que la tomó y la arrojo contra la pared con mucha fuerza.

Se arrepintió y cuando corrió a ver como estaba la rana, vio que se convertía en un apuesto joven, le contó que era un príncipe que había sido hechizado por una bruja pero gracias a que ella le prometió llevarlo  y lo recibió en su casa , le dio de su plato y vaso de comer y beber y la llevó a su habitación el hechizo se rompió.

Decidieron casarse así que regresaron al reino del príncipe.

En el carruaje iba el fiel ayudante del joven llamado Enrique, quien cuando se enteró lo que le pasó a su amo, se puso tres varillas de hierro encima del corazón para que no estallara del dolor y la tristeza.

Cuando recorrieron un poco el camino oyó el hijo del rey una cosa que sonaba detrás, como si se rompiera algo. Entonces se volvió y dijo:

 —¿Enrique, se ha roto el coche? 
—No, no es el coche lo que falla, es una varilla de mi corazón, la cual fue puesta ahí cuando usted fue convertido en rana y lo encarcelaron a vivir en el lago. 

Sonó el mismo ruido otras dos  veces ya que el siervo estaba muy feliz de que el hechizo se hubiera roto y su corazón se libero.

Al llegar al reino los jóvenes se casaron y fueron muy felices para siempre.

Fin

Moraleja
Recuerden que cuando prometemos algo hay que cumplirlo ya que nuestra palabra es importante y a veces cuando ayudamos a las personas podemos tener agradables sorpresas





martes, 4 de agosto de 2020

EL REY PICO DE TORDO


EL REY PICO DE TORDO

Adaptación del cuento clásico de los Hermanos Grimm
Edades: 6 años en adelante



Había una vez en un reino un Rey que tenía una hermosa hija, pero era muy orgullosa por lo que no podría encontrar un pretendiente ya que creía que no existía alguien digno para ella.

Para ayudarla a elegir un esposo,  su padre organizó un baile en donde asistieron jóvenes de todos los reinos, todos pertenecían a familias importantes.


Los candidatos formaron una fila frente  a la princesa , ella sin importarle que la escucharan  hacía comentarios lleno de desprecio. A uno le dijo  que era gordo como oso, a otro largirucho como jirafa, a uno que parecía enano por lo bajo que era.

Pero del que más se burlo fue de un bondadoso rey cuya barbilla estaba un poco saliente.

- Ja ja , se río la princesa, este tiene un mentón que parece el pico de un tordo, así que de ahora en adelante su apodo será Pico de Tordo- dijo la princesa echándose a reír

El viejo rey viendo que su hija solo humillaba a los pretendientes se enfadó tanto que juró casar a su hija con el primer mendigo que llegara a su puerta.

Pasaron los días y llegó al reino un organillero , el cual cantaba bajo las ventanas del castillo y pedía limosna.
A verlo el Rey pidió que lo llevaran a su presencia.

El hombre harapiento y sucio canto ante el rey y la princesa y después pidió una recompensa y entonces el monarca le contestó:

- Me ha gustado mucho tu canción así que te voy a dar a mi hija como esposa.

La princesa suplicó a su padre que no lo hiciera pero el Rey estaba firme en su palabra, así que se llamó al sacerdote y se celebró una sencilla boda.

Después el rey le dijo:

- Ahora que estas casada con él no puedes vivir en el castillo, debes irte a vivir con tu marido.


Caminaron durante horas hasta llegar al reino vecino. Cuando pasaron la frontera, atravesaron grandes propiedades con hermosos jardines.

– ¡Qué belleza! ¿A quién pertenece todo esto? – preguntó la princesa.

– Todo lo que ves, es de nuestro Rey y de su hijo, un joven príncipe de gran corazón al que todos en este reino queremos y admiramos.

– Oh porque no elegí a ese príncipe – meditó la princesa con tristeza.

Por la noche llegaron a casa, era una pequeña cabaña, tenía rendijas por donde entraba el frío. Era tan humilde que no tenía  ningún tipo de comodidades. La princesa estaba espantada.

Su esposo le dijo que encendiera el fuego, pero la princesa no sabía como hacerlo, ni como cocinar, ni limpiar ni hacer la cama.
El hombre resignado echó unos troncos en la chimenea para entrar en calor.

A la mañana siguiente, el mendigo le dijo muy serio:


– Tenemos que conseguir dinero, así que tendrás que trabajar. Toma estas tiras de mimbre y haz unas cestas para venderlas en el pueblo.

Al manejar las ramitas se hizo heridas en las manos y dijo que no podría hacerlo más.

El esposo al verlo, le dijo que probara tejiendo manteles de hilo, pero tampoco pudo, la aguja la lastimaba.

Así que decidió enviarla a vender las ollas que él hacía al pueblo


– Yo no puedo ir al mercado, soy una princesa, me van a reconocer y todos se burlaran de mi, creerán que soy una pordiosera. 

– Tendrás que ir, no podemos morir de hambre.- contestó el esposo

La princesa se levantó temprano eligió una esquina de la plaza del mercado y se sentó sobre un sucio almohadón. A su alrededor puso todas las ollas, cuencos y vasos de barro que tenía para vender.

De repente, un hombre en su caballo  atravesó la plaza. El animal parecía fuera de sí y a su paso se llevó por delante todo lo que la princesa había colocado en el suelo, rompiéndolo en mil pedazos.


– ¡Ay! ¡Qué desgracia! ¿Qué voy a hacer ahora?… ¡No me queda nada para vender! ¡Mi esposo se va a disgustar muchísimo!

Regresó con el saco vacío, sin vasijas y sin dinero. Cuando entró en casa, se derrumbó y comenzó a llorar sin consuelo. Su marido fue muy tajante.

– Tenía el presentimiento de que esto tampoco saldría bien, así que fui al palacio del rey y le pedí trabajo para ti. Sólo hay un puesto de sirviente y tendrás que aceptarlo.

¡Servir en el palacio del reino! La princesa se sintió humillada ¡Seguro que el rey y el príncipe eran amigos de su padre y la reconocerían!

Deprimida llegó al palacio por la puerta de atrás, como corresponde al servicio, y durante días limpio todos los suelos de mármol y las escaleras. Al llegar la noche estaba muy cansada, cenaba con el resto de los empleados y se dormía pensando en lo infeliz que era ahora su vida.

Pasaron dos semanas y el el palacio se engalanó para la boda del hijo del rey, al que la princesa convertida en criada todavía no había visto.

Cuando comenzó la gran fiesta  se escondió en un rincón del salón, para ver a los invitados. La mesa del banquete estaba llena de deliciosa comida, todos vestían muy elegantes y se escuchaba una hermosa música de fondo.
 ¡ Se lamentaba de haber llegado a esa situación! Si no hubiera sido tan engreída Y orgullosa , estaría en su castillo disfrutando de las comodidades y el lujo.

Estaba tan ensimismada que no se percató de que el príncipe se había acercado a ella por la espalda.

– ¿Me permite este baile, señorita? – le susurró con voz aterciopelada.

La princesa se giró y dio un grito ahogado. El joven, aunque era apuesto y desde luego muy refinado, tenía la barbilla ligeramente torcida ¡El príncipe era Pico de Tordo!

Se sintió tan apenada que echó a correr por el salón. Estaba despeinada, sucia y su ropa era fea y vieja, ella se puso tan nerviosa que se cayó haciendo que todos los invitados se burlaran.
Comenzó a llorar cuando notó que alguien le tocaba el hombro suavemente. Levantó la mirada y ahí estaba el príncipe Pico de Tordo tendiéndole la mano.

– Tranquila… Soy tu marido, el mendigo con quien tu padre te obligó a casarte. Él y yo hicimos un plan para darte una lección. Me disfracé de mendigo y me presenté en tu palacio porque queríamos que aprendieras a valorar lo importante que es en la vida ser humilde y respetuosa con los demás.

La princesa se levantó del suelo y clavó sus ojos en los del príncipe.

– Lo siento mucho… Fui tonta y orgullosa. Gracias a ti ahora soy mejor persona. Discúlpame por haber sido tan mala el día que te conocí.

– Sé que lo sientes sinceramente, por eso te he preparado esta fiesta a ti.

– ¿Para mí?… No entiendo… ¿Qué quieres decir?

– Esta boda es la nuestra, la tuya y la mía.  Ve a darte un baño y a vestirte.  Aunque ya estamos casados, celebraremos el magnífico banquete que no tuviste y que ahora sí te mereces.

La princesa  estaba muy feliz. Se fue con varias doncellas y regreso con un hermoso vestido de novia.

Los invitados le aplaudieron y su padre corrió a abrazarla, ya que estaba muy orgulloso de ella.

A partir de ese día la princesa trato a todos como iguales y nunca volvió a burlarse de nadie.

Fin


Moraleja

Siempre hay que tratar bien a las personas y no burlarse de nadie.




martes, 30 de junio de 2020

EL HADA DE LA FUENTE


EL HADA DE LA FUENTE
Adaptación : Charles Perrault 
Edades: 7 años en adelante.



Había una vez  una viuda que tenía dos hijas; la mayor se le parecía en el carácter y en el físico ya que ambas eran orgullosas y molestas y era difícil  vivir con ellas. 
La hija menor, se parecía a su difunto padre ya que era gentil y dulce además muy bella.
 Su consentida era su hija mayor y sentía una aversión atroz por la más pequeña y por eso la hacía comer en la cocina y trabajar sin cesar además  la hacia caminar una media legua de distancia para buscar agua en una fuente.

Un día que la hija fue por el agua, se le acercó una pobre mujer pidiéndole que le diera un poco.

- Claro, mi buena señora - Y llenando su jarra, sacó agua de la fuente y se la ofreció.  La buena mujer, después de beber, le dijo:

-Eres tan amable, que te obsequiare un don -en realidad, era un hada que había tomado la forma de una pobre aldeana para ver hasta dónde llegaría la gentileza de la joven

Te concedo el don -prosiguió el hada- de que por cada palabra amable que pronuncies saldrá de tu boca una flor o una piedra preciosa.

Dicho esto el hada desapareció

Cuando la joven llegó a casa, su madre la regaño por tardarse tanto, esta le respondió:

-Perdón, madre -dijo la joven- y al decir estas palabras, le salieron de la boca dos rosas, dos perlas y dos grandes diamantes.

-¡Increíble! -dijo la madre, asombrada- ¡parece que de la boca te salen perlas y diamantes! ¿Cómo es eso?

La  niña le contó todo lo que le había pasado.

La madre pensó que debía mandar a su otra hija, y le dio una jarra diciéndole que cuando se le acercara una mujer y le pidiera algo de beber fuera muy amable y se la diera.


La hija mayor fue, pero  refunfuñando y quejándose. 
Se llevó un hermoso jarro de plata de la casa.

Cuando llego al bosque  vio salir del bosque a una dama magníficamente vestida que le pidió agua : era la misma hada que se había aparecido a su hermana, pero que se presentaba con las ropas de una princesa, para probarla.

-¿Quieres agua? pues claro que te doy , si he tenido que caminar solo para eso.- le dijo de forma grosera la hermana mayor
 ¡Justamente he traído una jarra de plata para dar de beber a su señoría!  acércate y bebe directamente, si eso es lo que quieres.

-No eres nada amable -repuso el hada, sin enojarse-; veo que no lo haces con amabilidad sino por obligación así que te otorgo el don de que a cada palabra que pronuncies, te salga de la boca una serpiente o un sapo.

La hija mayor salió corriendo a su casa y cuando su madre la vio acercarse le gritó:

-¡Y bien, hija mía, cómo te fue?

-¡Pues que esperabas, mal  -respondió la malvada, echando dos víboras y dos sapos.

-¡Cielos! -exclamó la madre- ¿qué te pasó? 
¡Tu hermana tiene la culpa, me las pagará! -y corrió a pegarle a su otra hija.

La pobre hija menor huyó y fue a refugiarse en el bosque , en ese momento pasó el príncipe que regresaba de ir de cacería, la encontró y viéndola tan hermosa le preguntó qué hacía allí sola y por qué lloraba.

-¡Ay!, señor, es mi madre que me ha echado de la casa, pero yo se que no lo hizo de mala fe.

El hijo del rey, vio salir de la boca de la joven  cinco o seis perlas y otros tantos diamantes, le rogó que le dijera de dónde le venía aquello. Ella le contó toda su aventura.

El hijo del rey se enamoró de ella, y considerando que semejante don valía más que todo lo que se pudiera ofrecer, la llevó con él al palacio de su padre, donde se casaron.

En cuanto a la hermana, se volvió cada día más odiosa , y su propia madre la echó de la casa; así que tuvo que irse a vivir sola al bosque por siempre


Fin


Moraleja
Siempre hay que ser amables con las personas tal vez en esa persona podemos encontrar un gran amigo